Imaginé una existencia confinada. Recluso eterno de una celda palpitante; minotauro encerrado en un
laberinto de carne; vástago despreciado de un dios inmisericorde
que, aterrorizado por aquella superioridad esbelta, condena a su
estirpe a una existencia agónica.
Una vigilia constante donde las
ventanas del alma permiten la observación de un mundo ajeno, extraño
y alienante. Un sueño tedioso, segmentado en horas eternas, en el
cual el único objetivo de seguir viviendo es no dejar de respirar.
Los eones pasan entre giros, extensos
pasillos y callejones sin salida. El galeote continua propulsando la
nave a través de un laberinto cambiante. Estancias llenas de
esperanzas compartidas se abren a su paso, anhelos herrumbrosos y
canciones dedicadas a júbilos perdidos. Nada queda, todo se aleja
más allá de las dos pequeñas ventanas que dan al bastardo acceso
al mundo que lo rodea. Etéreo, lejano e inalcanzable para él, lo
único que le queda es continuar propulsando su celda palpitante.
Un giro más, otro pequeño esfuerzo,
siempre un paso más, otro quiebro expectante a una posible salida.
Desfallecidas ya las fuerzas, agotada
toda esperanza, perdido el afán por el objetivo, la meta aparece
ante sus ojos. Un acceso, una abertura al final de un tortuoso
pasillo.
El reo avanza hasta la entrada de su
prisión. La puerta está abierta. Oxidadas las bisagras largo tiempo
atrás, juran que la puerta nunca se ha cerrado. El aire fresco y
reparador golpea su rostro prometiendo horizontes y vivencias. Pero
nunca han sido las cerraduras sus grilletes ni las cadenas sus
sujeciones. El alma atormentada del minotauro carece de la fuerza
necesaria para abandonar su cautiverio, el empuje propicio para dejar
atrás el dolor y luchar por cotas más altas.
Lento, firme, enérgico y con fuerzas
renovadas, el reo hace girar su celda palpitante y encara el tortuoso
pasillo. Cantando insomne, avanza en busca de una salida que le
permita abandonar su laberinto. Mientras tanto, la oxidadas bisagras graznan
a su espalda, agitadas por la brisa.
Imaginé una existencia confinada.
Recluso eterno de una celda palpitante.

