D'PALLEIRO
El personaje como base fundamental de toda buena narración.
miércoles, 18 de junio de 2014
viernes, 23 de agosto de 2013
LABERINTO
Imaginé una existencia confinada. Recluso eterno de una celda palpitante; minotauro encerrado en un
laberinto de carne; vástago despreciado de un dios inmisericorde
que, aterrorizado por aquella superioridad esbelta, condena a su
estirpe a una existencia agónica.
Una vigilia constante donde las
ventanas del alma permiten la observación de un mundo ajeno, extraño
y alienante. Un sueño tedioso, segmentado en horas eternas, en el
cual el único objetivo de seguir viviendo es no dejar de respirar.
Los eones pasan entre giros, extensos
pasillos y callejones sin salida. El galeote continua propulsando la
nave a través de un laberinto cambiante. Estancias llenas de
esperanzas compartidas se abren a su paso, anhelos herrumbrosos y
canciones dedicadas a júbilos perdidos. Nada queda, todo se aleja
más allá de las dos pequeñas ventanas que dan al bastardo acceso
al mundo que lo rodea. Etéreo, lejano e inalcanzable para él, lo
único que le queda es continuar propulsando su celda palpitante.
Un giro más, otro pequeño esfuerzo,
siempre un paso más, otro quiebro expectante a una posible salida.
Desfallecidas ya las fuerzas, agotada
toda esperanza, perdido el afán por el objetivo, la meta aparece
ante sus ojos. Un acceso, una abertura al final de un tortuoso
pasillo.
El reo avanza hasta la entrada de su
prisión. La puerta está abierta. Oxidadas las bisagras largo tiempo
atrás, juran que la puerta nunca se ha cerrado. El aire fresco y
reparador golpea su rostro prometiendo horizontes y vivencias. Pero
nunca han sido las cerraduras sus grilletes ni las cadenas sus
sujeciones. El alma atormentada del minotauro carece de la fuerza
necesaria para abandonar su cautiverio, el empuje propicio para dejar
atrás el dolor y luchar por cotas más altas.
Lento, firme, enérgico y con fuerzas
renovadas, el reo hace girar su celda palpitante y encara el tortuoso
pasillo. Cantando insomne, avanza en busca de una salida que le
permita abandonar su laberinto. Mientras tanto, la oxidadas bisagras graznan
a su espalda, agitadas por la brisa.
Imaginé una existencia confinada.
Recluso eterno de una celda palpitante.
viernes, 16 de agosto de 2013
MIRADAS PERDIDAS
Le
vieron pero prefirieron no mirarle, porque ver es cómodo mientras que mirar nos compromete. Nos hace participes.
Una barba raída, la ropa comida por la mugre de la tristeza, una mirada perdida y un caminar errante.
Las ideas fluían por sus cabezas, ideas del tipo “Es sólo un vagabundo" y "Un pirado más”. Y no dejaba de ser cierto.
Porque en el callejón de las miradas perdidas las sombras se desayunan con vidas humanas cada mañana. Personas no distintas de cada uno de nosotros. Personas cuyo único delito fué perder el rumbo, el cariño, los asideros, o todo ello en conjunto.
Cuidado, porque no es difícil ni inverosímil convertirse en uno de ellos, basta con mirar hacia otro lado un momento y cuando vuelves a mirar, las arenas movedizas ya te tienen aferrado hasta la cintura. Y una
vez llegados a ese punto, salir es casi imposible.
Cuando uno lleva
sólo el tiempo suficiente comienza a ver la soledad, la tristeza y la desesperación ya no como una circunstancia sino como un
hecho.
Muchos son los inquilinos del callejón: Candy "la de los gatos" perdió el rumbo cuando la
desesperación de la soledad se llenó con la gratitud de sus
felinos, Adolfo "el ciego" perdió la vista por la ausencia de esperanza, Dolina "la loca" cubría su cara con maquillaje
para tapar la vergüenza de su pérdida... Y de entre todos ellos, destaca un caso. Nadie conoce la historia de
Nobody, aunque se comentaba que esperó demasiado, que aguardo tanto
a su sueño, que al final los sueños llenaron el vacío que la vida
iba dejando a su paso.
Es tan duro estar sólo, y tan frágil sentirse acompañado, que a veces se nos olvida que la locura, la
desesperación y la soledad están a tan sólo un timbrazo de nuestra
puerta.
En el callejón de las miradas perdidas, aunque todos lo sabían, todos lo habían olvidado.
lunes, 29 de julio de 2013
TICTAC
Aquel
persistente tictac había estado torturándole desde el mismo día en el que llegó a la casa. Ya desde la carretera general, donde el motor
había visto mitigado su rugido por el atronador martilleo de las
manecillas.
El
retorno al hogar de su infancia, al escenario de aquellos tiempo
añorados, se había convertido en una pesadilla de armarios
revueltos, cajones desperdigados por el suelo, desordenados butrones
horadados a lo largo de las paredes y tablas arrancadas del piso.
Todo en busca de aquel cruel intruso que mantenía sus noches en
vela.
Llevado
por la desesperación, continuó perforando y arrancando hasta que la
obra muerta de la casa asemejó un tétrico bajel que, despojado de
su forro, asomara al sol su arboladura.
Mas el tictac persistía.
Dirigió
entonces su mirada hacia el único punto estructural de la casa que
permanecía intacto, inmaculado en toda su extensión. La puerta del
sótano le miraba desde su posición bajo las escaleras
retándole,instándole a explorar las recónditas sombras que allá
abajo se escondían.
Como
acceso a la subterránea obra viva de la edificación, la amenazante
puerta del sótano había sido para él, ya desde niño, la entrada a
un submundo plagado de pesadillas sin rostro y caníbales hombres del
saco. Sin embargo, hubiera jurado que a cada segundo que pasaba
mirando aquella puerta, el tictac aumentaba su volumen hasta hacer
temblar los mismos cimientos de su vida. Ahora no cabía ninguna
duda, el martilleo provenía de aquel tenebroso paraje bajo la casa.
Avanzó
paso a paso hacia la puerta. La distancia que le separaba del portal
pareció durar horas, días, siglos...
Aferró
el pomo de la puerta y, haciendo acopio de cada célula nerviosa de
su cuerpo, lo hizo girar.
El
tictac enmudeció al instante.
La
negrura envolvió su figura mientras descendía el primer escalón, y
con el descenso al segundo la puerta se cerró de golpe tras él.
Un segundo de absoluto silencio, y toda la maltrecha arboladura
de la casa se derrumbó.
La
casa,
los
recuerdos
y
su niñez
se
precipitaron hacia el sótano
envueltos
por
el polvo
y
los insectos.
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